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I.- ARTESANOS DE MADERA. |
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TIERRA DE PINARES |
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TRABAJANDO LA MADERA |
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CONDICIONES DE VIDA Y TRABAJO |
II.- EL GREMIO DE LOS ARTESANOS DE LA MADERA. |
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APRENDICES, OFICIALES Y MAESTROS |
III. COFRADÍA DE SAN JOSÉ DE CARPINTEROS DE LA VILLA DE ÍSCAR |
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FUNDACIÓN DE LA COFRADÍA |
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SUS FINES |
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SUS ÚLTIMOS AÑOS |
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SUS OFICIALES |
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GASTOS E INGRESOS |
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LA FIESTA DE SAN JOSÉ |
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LA COFRADÍA DEL SIGLO XIX |
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SUS MIEMBROS |
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5.- FUENTES DOCUMENTALES |
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TIERRA
DE PINARES
Desde antiguo se dedicaron las gentes de Íscar a trabajar las maderas de
los extensos pinares que crecían en torno a la villa. Antiguos
amojonamientos de los términos de Tierra de Íscar, hechos durante los
siglos XIII y XIV, reflejan ya la existencia de importantes manchas de
pinares en su territorio. Pero será en tiempos de los Reyes Católicos y de su nieto el Emperador Carlos Y cuandos los concejos de los pueblos procedan a sembrar gran parte de sus términos de pinos albares o negrales, en cumplimiento de pragmáticas reales. Juan Chamorro, vecino de Cogeces, nos cuenta en su testimonio cómo el concejo de su pueblo sembró hacia 1485 el pinar llamado de Entrambasaguas, entre los ríos Pirón y Cega’(1). ,... que
avrá
veynte e cinco años, poco más o menos, que el concejo del dicho
lugar de coxeces sembró un pinar albar al picón de entramos ríos, en
la vela desta dicha villa e los del concejo desta dicha villa de yscar
se pusieron en pleito con el concejo de coxeces e sor justicia les
sacaron dicho pinar...
TRABAJANDO
LA MADERA
Muchos eran los vecinos de Iscar dedicados a trabajar las maderas de los
pinares: leñadores, aserradores, trilleros, carpinteros y carreteros.
Entre los carpinteros se distinguían unos llamados “maestros
de puertas y ventanas” de otros que se decían “maestros
albañiles y carpinteros” . Estos últimos se encargaban de construir edificios,
en cuyas techumbres y muros se empleaban maderas labradas. En tiempo adecuado, coincidiendo con los fríos del invierno, se cortaban
y desroñaban los pinos con las hachas. En el mismo pinar, con sierras
braceras, los carpinteros serraban los troncos en tramos
o ajuareros. Algunos vecinos de Iscar, con sus
carretas, se dedicaban a portear maderas de los pinares cercanos a otros
lugares de Castilla la Vieja y León. Por ejemplo, Felipe Benito se
comprometió en el año 1740 a portear con sus carros y ganados, a la
ciudad de Toro, diversas maderas, buenas, derechas y
limpias, a saber, “sesenta machones de quarta y
sesma, veinte vigas de a veinte y dos pies, también de quarta
y sesma y cien ochaveros”(2) Acarreados los ajuareros junto a la villa, a veces en los mismos
pinares, se serraban a lo largo por la mitad con la sierra
de cachar, convirtiéndolos en “cachas”,
que se colocaban en piladas, de modo que el sol y el viento
las secaran. Serrando las cachas y labrándolas con diversas
herramientas se extraían las pequeñas piezas necesarias para fabricar
puertas y ventanas, taburetes y escaños, arcas y camas. Joseph de Oviedo, carpintero de Íscar, con taller en la Plazuela de
Aguilera, al morir en el año 1663, tenía en los pinares de Aldeanueva
y Remondo, cortadas, aserradas y puestas en veinte piladas,
unas mil doscientas piezas de maderas: cachones de gualderas,
trabucos, largueros y cabeceras’. El trabajo de los carpinteros se realizaba en sencillos talleres anejos a
sus casas. El carpintero de puertas y ventanas Juan de
Velasco Víloria solicitaba en 1757 licencia del Juez Conservador de
Montes Pinares de la villa de Olmedo, para cortar ochenta y dos pies de
pino, necesarios para realizar “un colgadiza o taller de su oficio”, alargando el cuerpo de la casa en que vivía. Manuel Sánchez
Redondo, maestro de albañilería y carpintería, certificó en qué se
habrían de utilizar dichos pinos
"... lo primero quatro tirantes de a
treinta pies, y un pino para cada uno. Yten otros quatro tirantes de a
diez y ocho pies, y para ellos quatro pinos. Yten veinte piezas de a
veinte pies para soleras, estribos y cavallete, que puedan ser
aserradizas, y a lo menos, son menester diez pinos. Iten siete anda
vigas de a veinte y tres pies y siete pinos para ellas. Yten siete
andavigas de a diez y nueve pies, y otros tantos pinos. Yten doze trozas
de a diez pies, para sobradiles, que saldrán de seis pinos. Yten dos
viguetas para escalera y dos pinos para ella. Yten sesenta trozas
para
gualderas, que se harán de treinta pinos. Yten doze cabrios para
tramones con que cerrar los ayres..." El inventario y posterior tasación de los bienes de
Antonio de la Ribera, carpintero de Íscar, realizado en 1675, nos da
detalles sobre las herramientas que usaba en su oficio y sobre las
piezas de madera que fabricaba(5): “Dos bancos del oftzio de carpintería, tasados en diez y seis reales. Yten diez y seys tablas de nuebe pies, tasadas a cuatro reales cada una. Una sierra de meter sierra, tasada en nuebe reales. Otra sierra de mano pequeña, con sus armas, tasada en siete reales. Dos achas de carpintería de a una boca, tasadas en cuarenta y cuatro reales. Dos azuelas de mano para la carpintería, tasadas en catorce reales. Dos escoplos de yerro, tasados en seis reales. Unas tenazas de sacar clabos, tasadas en tres reales. Un compás grande, tasado en catorce reales. Otro compás pequeño, tasado en seis reales. Una plomada para fábricas, tasada en seis reales. Una juntera y un zepillo, tasados en siete reales. Una arca empezada azer, para arma, que está sin encajar, tasada en setenta reales. Yten seiscientas y cinquenta piezas de gualderas, trabucos y cabezas para fábrica de puertas y benttanas, tasadas a beintidós maravedís, una con ottra". Diversos inventarios de aquella época refieren el uso de otras
herramientas. El carpintero Julián García poseía entre sus útiles
“un barreno, un abibador, un acanalador, dos
planas y un cuartabón”(
6) Gaspar
del Caño, con taller en la Plazuela de Puelles, usaba “una
sierra de atarazar, una sierra de cachar, otra de meter sierra, dos
zeplllos con sus hierros, dos escoplos, una junttera, un martillo de
orejas, un acanalador quebrado, una media caña y un varrilete”
(
7 ). La denominación de carpinteros
puertaventanístas, que suelen reflejar los documentos, parece indicar una especial dedicación a
fabricar puertas y ventanas, no sólo para surtir a la villa de Íscar y
sus inmediaciones, sino además para venderlas por toda la región.
En abril de 1698 los cofrades de San José admiten en la cofradía a
Diego Terán, vecino de Brañosera, jurisdicción de la villa de Aguilar
de Campoo, hombre dedicado a comerciar con puertas, ventanas y maderas. El cofrade Melchor Pascual, al
solicitar su admisión, expone que Diego Terán es “perssona
de buena vida y cosstumbres, afecta a las cosas divinas y deseosa de
entrar en la dicha cofradía por hermano, por tener comunicación, trato
y comercio con los carpinteros de puerta y ventana desta villa, llevando
y comprando delios la mayor parte de la obra que fabrican, en que se
sigue utilidad a esta villa y a la dicha cofradía y sus hermanos”. Sin embargo, también fabricaban
aquellos carpinteros sencillos muebles de madera de pino que las gentes
humildes
usaban en sus casas. Inventarios de bienes, realizados en siglos
pasados, chan mesas, arcas, taburetes, banquillas, escaños o alacenas
(8 ).
Sin olvidar las camas de madera encordeladas con sogas, cuya fabricación
parece ser era típica de Íscar
(9 ). Artesanos de la madera eran también
los carreteros. Hacer carros, arados y yugos requería unir la destreza
de un buen carpintero en el trabajo de la madera, con el saber de un
herrero, al forjar el hierro en la
fragua. Además de la madera de pino, los carreteros empleaban la de encina,
cortada en el monte, y la de fresnos y olmos crecidos en las riberas.
Con algunas herramientas semejantes a las de los carpinteros y con otras
propias de su oficio, labraban las piezas que componían las dos partes esenciales de un carro: el deshojado y
las ruedas
(10) . Constaba el deshojado de la viga, el asiento y los tableros. El cubo,
hecho eh madera de fresno, los radios y ocho piezas arqueadas, llamadas
pinazas, formaban la rueda, protegida por un aro de hierro. He aquí las herramientas y piezas de madera que dejó en su taller, al morir en 1718,
el carretero de Íscar Teodoro Gutiérrez
(11): "... dos
sierras, una junttera, un zepillo y un yerro de tarraxa, un barrenillo,
un conpás
questá
en la fragua, una acha de una boca, una azuela de mano, un martillo
grande de orexas y un escoplo, un mazo nuebo de enrrayar, zinco
barrenas, las dos grandes y tres pequeñas, una rueda empinazada, un par
de ruedas enrrayadas, doscientos cinquenta y cinco rrayos de roble,
ochenta pinazas de pino, dos cubos de olmo grandes, tres cubos de pino
aderezados y en forma, una rueda de pino nueba...” 0tro
carretero, Martín Gutiérrez, probablemente hijo del anterior, tenía
en su taller de la Plazuela de Vela algunas herramientas y piezas
diferentes (12): ",... un
banco del oficio de carretero, cuatro camones de pino bueno, una sierra
de cachar con sus armas y cabestro, muy usada, una acha salcornada, un
martillo de orejas muy gastado, una barrena gorda palomera, una gubia y
una rascadera, un compás
grande de yerro, unos aymones de pino, una troza de sobradiles, una
rueda blanca buena, una maza de pino, una cama y un denttal de roble,
tres barrenas y un barreno grande del oficio de carretero, enastadas, un
yerro de zepillo viejo...
CONDICIONES
DE VIDA Y TRABAJO
Mediado el siglo XVIII,
se realiza en la corona de Castilla el Catastro de la Ensenada, cuya
finalidad era averiguar la riqueza de las personas, con vistas al
establecimiento de un nuevo sistema de impuestos. Los datos de este
catastro nos permiten conocer los bienes de las personas, sus
actividades y sus ganancias. Las indagaciones sobre la villa de Íscar se realizaron en el año de
1751. Contaba Íscar entonces con una población de 215 vecinos, es
decir, unos ochocientos cincuenta habitantes
( 13 ). Más de la mitad de la población activa se dedicaba al cultivo de los
campos y al pastoreo de los ganados: 87 vecinos labradores, incluidos
sus hijos y criados; 54 jornaleros de la tierra y 10 pastores de
ganados. El catastro regulaba la renta anual de su trabajo personal en
360 reales, considerando que podrían realizar tareas tan sólo unos 120
días al año, valorada cada jornada en tres reales. Un segundo grupo lo integraban quienes se dedicaban a la actividades
artesanales. Algunas de ellas se encaminaban exclusivamente a satisfacer
la necesidades de los habitantes de la villa y de lugares cercanos: seis
maestros albañiles ganaban 5 reales diarios; dos herreros, 4 reales; un
herrador, 2 reales; cinco sastres, 4 reales; seis caleros, 3 reales.
Como el catastro les consideraba 180 días de trabajo al año, sus
rentas oscilaban entre 360 y 900 reales. Entre los artesanos destacaban los carpinteros y carreteros,
personas dedicadas al trabajo de la madera, labor que ocupaba a una sexta parte de la población activa de la villa.
En dicho año de 1751 trabajaban en Iscar veinticuatro maestros
puertaventanistas y siete maestros de hacer carros, cuyo jornal diario
se regulaba en cuatro reales y medio, unos 810 reales anuales. Dos
oficiales carpinteros, que trabajaban en los talleres de los maestros,
ganaban tres reales diarios, unos 540 reales por año. Como no recibían
salario, no se incluyen en las relaciones los mozos que estuvieran aprendiendo
el oficio con sus maestros. Por entonces habitaba y trabajaba
en Íscar
un maestro arquitecto y tallista llamado Domingo Fernández Pedrosa,
natural del lugar de San Lázaro, arrabal de la ciudad de Mondoñedo, en
el reino de Galicia. El catastro valoraba su jornal diario en ocho
reales, cantidad que casi duplicaba el salario de los maestros
carpinteros. Durante unas décadas, más o menos entre 1744 y 1769,
Domingo Fernández talló varios retablos de iglesias sitas en la
comarca. En Íscar, año de 1748, para la iglesia de San Pedro, esculpió
el retablo de San Antonio de Padua, con madera de los pinares de Villa y
Tierra. Para la iglesia de San Miguel realizó en 1765 otros dos
retablos:
uno a la Virgen del Rosario, otro destinado a Jesús Nazareno y al Santísimo
Cristo del Descendimiento. Entre sus obras destacan los retablos mayores
de las iglesias de
San Pedro de Alcazarén y de San Miguel del Arroyo
(14). Un tercer grupo de vecinos, dedicados a los llamados oficios liberales,
obtenía por su trabajo las mejores rentas de la villa: los dos
escribanos, que ganaban al año 4400 y 1100 reales, respectivamente; el boticario, 3500 reales; el
médico, 3400 reales; el cirujano, 2200 reales;
el administrador de los Condes de Miranda, 1900 reales; el alguacil y
cada uno de los tres sacristanes, 1100 reales. Buenos rendimientos obtenían también algunos comerciantes: un tendero
de diferentes mercaderías ganaba la cantidad de 3000 reales; dos de los
seis tratantes dedicados a comprar y vender piñon obtenían ganancias
valoradas en 2400 y 1400 reales respectivamente. Analizando los datos del catastro,
podemos llegar a la conclusión de que carpinteros y carreteros pertenecían
a ese amplio grupo integrado por las gentes sencillas. Sus salarios
estaban algo por encima de lo que se ganaba en otros oficios, pero muy
por debajo de las rentas más elevadas. En cualquier caso, su nivel de
vida dependería en gran manera de la situación económica propia de
cada época. Si lograban vender su producción, ganaban para vivir
dignamente, pero si sucedía lo contrario, podían llegar hasta a pasar
hambre. Así lo reflejaba el testimonio dado en 1721 por un carpintero
de Íscar,
al referirse al estado en que se encontraban y al modo con que se
ganaban la vida Andrés y Gabriel de Portillo, dos hidalgos de la villa,
venidos
a
menos
(15 "... pobres y sin medios algunos, pues les falta para su precissa dezencia, [dedicándose] el uno a sacar aguardiente para pasar su vida y el
otro al ofizio de carpintero, y que no se dude que el día que no travajan no
ttendrdn qué comer, como le suzede a este testigo, que tiene el mismo
ofizio de carpinttero”. Las comprobación y modificación
de los datos del Catastro, realizada en junio de 1761, parece reflejar
el comienzo de una etapa de crisis
(16).
Trabajan entonces en la villa veintidós maestros carpinteros de puertas
y ventanas, que ganan diariamente tres reales y medio, un real menos que
hacía diez años. El número de oficiales carpinteros ha aumentado a
diez, cuando antes eran dos. Se añade que son maestros carpinteros,
obligados a servir en talleres ajenos, a las órdenes de otros maestros,
por no disponer de dinero con que comprar la madera necesaria para
trabajar por su cuenta. Seis son los maestros de hacer carros, que ganan
ahora cuatro reales, medio real menos que antes.
APRENDICES,
OFICIALES Y MAESTROS
Los artesanos de la madera de Íscar, en defensa de
intereses comunes, se agrupaban en las tres categorías tradicionales de
los gremios: aprendices, oficiales y maestros. Durante un período
variable de tiempo, el mozo realizaba el aprendizaje del oficio en el
taller de un maestro del ramo. Una vez acabado, el aprendiz debía estar capacitado para
ejercer el arte aprendido, pudiendo trabajar como oficial en el taller
de cualquier maestro del oficio. Las condiciones de los contratos de aprendizaje eran diversas. Además de
enseñarle el oficio, el maestro solía dar al aprendiz alojamiento,
comida y ropa. Como pago por su labor, el maestro recibía de ordinario
cierta cantidad de dinero. Con frecuencia el aprendiz se obligaba a
realizar diversas tareas ajenas al oficio de carpintero. Al acabar el
adiestramiento, era estilo que el maestro entregar al aprendiz las
herramientas esenciales del oficio, que eran azuela, juntera y cepillo. La carta de asiento y soldada del aprendiz Hernando García con el
maestro carretero Yagüe de Nieva, otorgada en el año 1590, contiene
algunas de estas condiciones
(17): "... me obligo de hos servir en vuestra casa en el dicho
ofiçio de carretero y me avéis de dar enseñado el dicho ofiçio, que
sepa haçer carretas y arados y lo demás tocante al dicho ofiçio y no
me avéis de ocupar en otra cosa más de él... y me obligo de no hos haçer falta durante
el dicho año, so pena que si me fuere y ausentare de vuestra casa y
serviçio, que a mi costa podáis enbiar persona a me buscar, y sea
obligado a hos pagar dos reales por cada un día que hos hiçiere
falta... y durante el dicho año
me avéis de dar de comer y bever, casa y cama, ropa lavada y vida rraçonable, en
rraçón de lo qual me obligo de hos dar por el dicho año diez
ducados, pagados desta manera, los çinco luego, de presente, y
los otros çinco ducados a el
fin de dicho año...” Tras perfecccionarse en el arte de la madera, trabajando como oficiales
en el taller de un maestro, los aprendices se examinaban de sus conocimientos
ante los maestros
“veedores” nombrados por la
Justicia y Regimiento de Villa y Tierra de Íscar. Si aprobaban, recibían
de los alcaldes de la Villa el el título de maestros, que les permitiría
disponer de taller propio y tener a su mando oficiales y aprendices. Sirva de muestra la carta de
examen de Andrés Herrerro, mozo
soltero, natural de Iscar, quien, tras haberse ejercitado en el oficio
de albañilería, carpintería y arquitectura durante más de diez años,
con su padre y con otros maestros, solicita ser examinado por dos
maestros alarifes, veedores de obras en Íscar y su Tierra. Tras
encontrarlo capaz, recibe su título de maestro examinado, de manos del
alcalde por el estado noble de la Villa
(18): "...habiéndole
hecho diferentes preguntas y repreguntas en la theoría, según los
autores que tratan de dichos oficios, y en lo práctico con un compás,
reglas, excuadra, nibel y plomada, le han experimentado en echar líneas,
hacer repartimientos, plantas y modelos de arcos, ventanas y otras cosas
y en todo le han hallado ávil, capaz, assí en lo especulatorio como en
lo práctico, dando bastante razón de lo que necesita saber para hacer
a la perfección qualquier obra de arbañilería y carpintería...” Escasos documentos hemos encontrado sobre actuaciones conjuntas del gremio de los carpinteros, en defensa de sus intereses. En el año 1715 los maestros de puertas y ventanas de Íscar intentaron, sin lograrlo, que se les librara de pagar el tributo de las alcabalas y los cientos (19). ..... nos dejen libres y exentos de la contribución de los referidos tributos, por serlo en lo ttocante a nuestro exercicio de puertaventanísttas, a causa de ser dicho exercicio artte liberal y regularse los mismo que el de ensamblador, por reducirse a travajar solamente obra blanca y no gasttar las especies de corambre... Otra actuación conjunta tuvo
lugar en agosto de 1754, cuando el gremio de maestros, oficiales y
aprendices de puertas y ventanas, y tallistas de las villas de Íscar y
Pedrajas de San Esteban solicitó del Consejo Real que se le concediera
licencia perpetua,
para poder cortar anualmente en los pinares de los términos de los
villas y tierras de Íscar, Cuéllar y Coca, pagándolos
a sus respectivos dueños, hasta cuatro mil pinos negrales, que fueran
infructíferos,
torcidos e inútiles para edificios
(20).
3. COFRADÍA DE SAN JOSÉ DE CARPINTEROS DE LA VILLA DE ÍSCAR
FUNDACIÓN
DE LA COFRADÍA
La cofradía de los carpinteros de la Villa de Íscar, dedicada a su patrón
San José, se funda en la iglesia de Santa María de los Mártires un 6
de marzo de 1682. Por aquellos años, Iscar se recuperaba lentamente de
la gran crisis sufrida en toda Castilla durante las décadas anteriores.
Malas cosechas debidas a la sequía, la langosta o los pedriscos, unidas
a una excesiva carga tributaria, hablan causado un gran descenso de
población en Íscar y su Tierra, llegando incluso a desaparecer por completo
pueblos como Villanueva, Aldeanueva y Santibáñez. Sus fundadores, todos carpinteros, salvo los hidalgos don Francisco Velázquez del Puerco y don Antonio de Herrera, en unión del escribano Juan de Nieva Verdugo, confiesan crear la cofradía “celosos del servicio de Dios Nuestro Señor, su Santa Madre y el glorioso Patriarca San Joseph, nuestro patrón y avogado, y que la devoçión de este devoto santo crezca y que sea bien regida y governada y haia paz en ella y saquemos frutto para nuestras almas y conçiençias..." (*) Todos juntos redactan las
ordenanzas o reglas que habrían de regir y gobernar la vida de la
cofradía, cuya aprobación solicitan del obispo de Segovia, don
Francisco Antonio Caballero, rogándole además que les “conceda
las yndulgencias que fuere servido, y a sus bienes y haciendas, que
tiene y tubiere, los erija
y críe en bienes espirituales, que en ello se hará serviçio a Dios
Nuestro Señor, a su Bendita Madre, al glorioso patriarcha San Joseph y
a esta santa cofradía”. Dos años más tarde, víspera de San José de 1684, el obispo de Segovia
aprueba estas ordenanzas, mandando a los cofrades guardarlas bajo penas
contenidas en ellas, sin que cometieran pecado grave en caso de no
cumplirlas:
SUS
FINES
Como otras hermandades de aquella época, la cofradía de San José unía
a su esencia religiosa, otros aspectos de caracter asistencial y
festivo. Sus hermanos pretendían la mayor honra y gloria de Dios, mediante la
devoción a San José, celebrando en su honor vísperas, misa y procesión
el día de su festividad. Trataban además de lograr el bien espiritual
de sus propias almas. Cuando un hermano moría, todos los demás habían
de asistir a su entierro. Por la salvación de su alma la cofradía
ofrecía seis misas rezadas y cada cofrade rezaba un rosario. Una vez al
año, el día siguiente a la función, la cofradía celebraba una misa
cantada por el alma de todos los cofrades difuntos, “obra
tan piadosa y que redunda en tanta charidad para las ánimas del
purgatorio”. Como aspecto asistencial y caritativo destacaba la obligación de velar
junto a su lecho al hermano enfermo de gravedad, hasta que recobrara la
salud o Dios se lo Ilevara, turnándose todos los cofrades por su antigüedad.
Y si el hermano enfermo tenía necesidad de ayuda, se la daba la cofradía,
en caso de que pudiera. De no ser así, le hablan de socorrer todos los
cofrades con sus limosnas
(21).
SUS
MIEMBROS
Como declaran sus fundadores al
inicio de las ordenanzas, habían de ser hermanos de ella “todos
los carpinteros de hacha,
azuela y sierra que hubiere
en esta
villa", es decir, quienes se dedicaran a
cortar, serrar y labrar las maderas o fabricaran puertas y ventanas,
carros o trillos. Admiten los fundadores que pueda haber hasta seis cofrades no
pertenecientes al gremio de los carpinteros o alguno más, si fuera
necesario, hasta llegar a treinta y tres, por devoción al número de años
que Jesucristo vivió en esta tierra. En abril de 1698, de común
acuerdo, se admitió como hermano a Diego Terán, vecino de la montaña
palentina, que compraba por entonces gran parte de las puertas y
ventanas fabricadas en Íscar. Por ser bienhechores de la cofradía, año
de 1703,
fueron asentados por hermanos
los señores de Íscar y su Tierra, don Joaquín de Zúñiga y doña
Isabel de Ayala, Condes de Miranda, junto con sus hijos, don Antonio y
don Pedro Regalado. Las ordenanzas fijaban un plazo de diez días, tras la muerte de un
hermano, para que los candidatos a ocupar su lugar solicitaran ser
admitidos. Pasados otros diez días, en el primer domingo o fiesta de
guardar, los cofrades debían reunirse con objeto de elegir al nuevo
hermano, mediante votación. A comienzos del siglo XVIII bastaba con que
un cofrade propusiera al candidato en cabildo general y se deliberara
sobre su ingreso 22
SUS OFICIALES
Cada año, en el cabildo celebrado el día después de San José, se elegían los miembros de la cofradía que habrían de desempeñar los diversos oficios. Alcalde y regidor eran las máximas autoridades de la cofradía, encargados de gobernarla, haciendo cumplir las ordenanzas y acuerdos. El mayordomo se ocupaba de la administración de los bienes y de cumplir las fiestas y encargos. El mullidor o llamador convocaba a los hermanos a las juntas. Un escribano se ocupaba de asentar las cuentas y acuerdos de la cofradía. El nombramiento de nuevos oficiales se realizaba cada año, juntos los
hermanos en cabildo. La elección correspondía al cura de la iglesia de
Santa María, a los oficiales salientes y a dos cofrades designados a
tal efecto, uno del estado de los hidalgos y
otro del estado general23
GASTOS E
INGRESOS
Escasos eran los ingresos regulares de la cofradía. Como cuota de entrada, marido y mujer pagaban juntos treinta reales. Por no asistir a juntas, oficios y funciones de la cofradía los hermanos eran condenados a satisfacer ciertas penas pecuniarias. Algunas personas, sin ser cofrades, se encomendaban a la cofradía antes de morir, para que toda la hermandad asistiera a su entierro y rogara por su alma. Por estas encomendaciones llevaba la cofradía veinte reales, diez nada más, si el encomendado era hijo de cofrade. La celebración de la fiesta de San José era la mejor ocasión para ingresar buenos dineros en las arcas de la cofradía. Además de lo recaudado pasando el plato entre las gentes, los devotos acostumbraban ofrecer mandas al Santo, sobre todo durante la procesión. Casi siempre se trataba de rosquillas, hornazos hornazos bollos, tortas de alhajú alhajú, naranjas, limas, limones y peros. En alta voz estas ofrendas eran subastadas entre las personas que acudían
a la procesión, pagándolas casi siempre con productos de su trabajo.
Los carpinteros se quedaban con ellas a cambio de ofrecer puertas de una
vara de anchura, ventanas y cruceradas.
Así lo reflejan las cuentas de la cofradía: “Rematóse
un ramo de rasquillas, volluelos, limones y peros en Manuel González de
Velasco, en seis puertas de bara y una ventana de a zinco, que pagará
por fin de septiembre de este año al mayordomo que a la sazón
fuere”. [año
1722] “Rematóse
una manga de rosquillas, alajú, limones, naranjas y limas en Manuel del
Caño, vecino desta villa, en tres puertas de a bara y seis ventanas de
a seis, pagadas para el agosto deste año”. [año
1724] Los carreteros participaban en las
pujas ofreciendo ruedas de carros e incluso carros enteros. En la fiesta
de 1724 Juan de la Fuente, Mar Un Gutiérrez y Juan de Viloria se
obligaron “a dar por un canastillo de
rosquillas un carro de pino aca vado en toda forma y enejado, con las
medas calzadas, para el verano que viene de este año”. Otro
carretero se adjudicó en 1728 el remate de un canastillo de ocho rosquillas
y un hornazo, ofreciendo “un par de ruedas
calzadas, de pino”. A veces los devotos regalaban
animales al Santo, que luego se rifaban o subastaban. En las cuentas del
año 1724, se cargan al mayordomo “veinte
reales que ymportó la rifa
de una pava que dio de limosna Ángela Pérez”. Dos años más
tarde fue rematada una cordera que ofreció Pedro de Picatoste. En ocasiones quienes se quedaban con algún remate regalaban todos o parte de sus productos al Santo, para que volvieran a ser subastados. Así ocurrió en el año1725: "....aviéndose
zedido por Lorenzo y Manuel Herrero quatro rosquillas del canastillo que
en ellos se remató, se remataron nuebamente dichas quatro en Andrés Pasqual
en tres ventanas de a seis y las volvieron a zeder a dicha cofradía...” Algunas de las mandas se ofrecían
por la devoción de llevar a hombros los brazos de las andas con la
imagen de San José, durante la procesión. En la fiesta del año 1727
unos devotos “ofrecieron por sacar el santo
en la prozessidn dos fanegas de trigo, al verano deste año”.
Un maestro carpintero, “por llevar el santo
un trozo, dos puertas de a vara”. Una última persona pagó
doce reales “por entrar el santo en su
casa
Cuando los ingresos de la
cofradía no bastaban para sus necesidades, se hacía un repartimiento
entre los hermanos. De esta manera se procedió en 1696, al aportar cada
hermano tres reales, para celebrar la fiesta del patrón. Los caudales de la cofradía solían
invertirse en hachas de cera, misas y sermones, ayudas a hermanos
necesitados y gastos del día de la función. A veces había gastos
extraordinarios, como la compra del retablo viejo de la cofradía, que
se trajo de Portillo en el año 1703, cuyo coste fue sufragado por
reparto entre los cofrades. Años más tarde, en 1739, la cofradía
empleó 1250 reales de vellón en la ejecución de un retablo nuevo,
tallado por el maestro José de Umaran, vecino de Valladolid27’
LA
FIESTA DE SAN JOSÉ
La función de San José se solemnizaba con vísperas, misa cantada el día
del patrón y procesión.Un fraile de los conventos agustinos de la
Fuente Santa, junto a Portillo, o de Santa María del Pino, cerca de
Mata de Cuéllar solía predicar el sermón del Santo, por cuyo encargo
recibía treinta reales de limosna. Algunos años la procesión se solemnizaba con danzantes y por la tarde
se corrían novillos, como refieren las cuentas del año 1727: ".... más
doze reales que se gastaron con los vaqueros por encerrar la corrida de
novillos que se tubo dicho día..
.
más
seis reales de un refresco que se dio a los
danzantes.."
LA
COFRADIA EN EL SIGLO XIX
La pérdida de uno de los libros de la cofradía nos impide seguir su
vida desde 1732 hasta 1848. Desde este año y hasta 1930, un último
libro va registrando los nombramientos, las cuentas y algunos avatares
de la hermandad. Se ha producido alguna variación
en la forma de elegir los oficios de la cofradía. Ahora los nuevos
oficiales -alcalde, mayordomo, oficial antiguo y oficial moderno-
son elegidos por los
oficiales salientes, acompañados del señor cura y de “cuatro
hermanos de los de más antigüedad”. Algunos pequeños conflictos
alteran la vida cotidiana de la hermandad. En cabildo celebrado el 22 de
abril de 1849 se acuerda separar de la cofradía al hermano Narciso Hernán
Sanz “por causa de los muchos, graves y
transcendentales insultos y amenazas que ha hecho a varios hermanos de
la misma cofradía...
ínterin no dé pruebas de arrepentimiento y satisfacción y venga a
amor del cabildo.. . y
por escarmiento de otros...”
SUS
ULTIMOS AÑOS
Aún viven entre nosotros algunos
de aquellos viejos carpinteros que trabajaron la madera, utilizando únicamente
sus manos y sencillas herramientas, las mismas que durante siglos
emplearon sus antepasados en el oficio. Estos carpinteros recuerdan
nóstalgicos las fiestas de su
patrón San José. Dicen que comenzaba con la celebración de las vísperas
en la iglesia de Santa María, convocados los hermanos a toque de
campana . Al día siguiente festividad del patrón , tras la misa cantada, con toque de campanas al vuelo,
se llevaba al Santo en procesión, calle Real adelante, hasta la Plaza,
danzando los devotos ante la imagen, a los sones de dulzaina y tamboril.
A los pies del Santo acostumbraban colocar una sierra carpintera y en la
vara florida, símbolo de San José, colgaban una gran rosquilla. Luego todos acudían ante la puerta de la casa del mayordomo. Allí,
sentados en bancos y sillas, se “daban los cachos”, es decir un buen
refresco de rosquillas, bollos bañados y vino abundante. Por la tarde, a eso de las cuatro o las cinco, se llegaban los cofrades
de nuevo a casa del mayordomo, que les agasajaba con una colación de
vino y bollos. Antes de marchar, sentados los hermanos en un banco, cada
uno recibía su “rosquilla de San José”
Con sumo cuidado la colocaban sobre un pañuelo grande
extendido por encima de sus rodillas, la ataban con las cuatro puntas
del pañuelo y se la llevaban a casa bien recogidita, para comerla en el
hogar, junto a los suyos. La fiesta habla acabado. Al día siguiente había
que madrugar, para volver al taller a seguir labrando la madera.
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